El Monstruo de los Nervios (La Saga de los Monstruos)

 El monstruo de los nervios no suele dar la cara. Quizás no tenga; al no mostrarse de frente, nunca te percatas cuando llega. Se ve como una niebla, pero de ese color gris oscuro del monóxido de los carros. Se forma poquito a poco, haciendo su entrada paulatina. No sientes la premura de zafarte, porque no te sientes atada -como las telarañas de tristeza-. Y no caes en la cuenta del peligro hasta que se agota el aire.

Los síntomas empiezan con una opresión en el mismo centro del cuerpo. Ni el corazón, ni en el estómago; se muere algún órgano imaginario ubicado entre éstos, asfixiado de primero para que no fuese a dar la voz de alerta. Todavía no sabemos si el monstruo de los nervios contiene algún veneno. Yo creo que sí y que desde este órgano que muere, se disemina por el cuerpo. Hace temblar las piernas, como si tiritaran de frío y crea tic nerviosos en los dedos de las manos, como si estuvieran constantemente alejándose del fuego.

Cuando el veneno sube a la cabeza, ésta duele físicamente y también duele el pensamiento. La niebla oscura la llena toda de ideas erráticas, fatalistas y apocalípticas. El racionamiento merma y tiendes a hacer decisiones torpes, apresuradas y emocionales, basados en una combinación de enojo y tristeza, que no es ninguna de éstas. Es nervios, que no lo ves pero que está contaminando tus sentidos. Si el corazón acelera o ralentiza tampoco lo notas y si los intestinos tiemblan preocupados, tampoco te percatas. Son los pulmones los únicos que podrían salvarte, los cuales en un esfuerzo desesperado por llamar la atención de la consciencia, deciden desatar una conmoción por su ausencia: dejan de funcionar.