Mis amigos me preguntan que por qué escribo con lápiz, que es de básica, que use portaminas o bolígrafos, que ya estoy muy grande para ello. Lo que mis amigos no saben es que mi compañero es muy parecido a la vida misma y sabe muchas cosas (señores! Cuando les digan que parecen un lápiz, no se molesten! que no siempre es por flaco y amarillo!) El lápiz siempre necesitará una mano quien guie entre líneas, y un Dios que encamine nuestros pasos; y a veces hay que borrar, porque todos cometemos errores, y no vamos a arruinar toda una hoja de vida por ellos, ¿o habrá quién?
Mi parte favorita y de la vida, es también la más dolorosa: entre letras y palabras, el lápiz se va desgastando con ahínco, una que otras veces hasta se le rompe la punta (que molestia cuando eso pasa, no? especialmente cuando estás escribiendo algo interesante). Todos sabrán que cuando esto pasa hay que buscar sacapuntas y afilar la misma. Duele. Sí. Pero sólo así, estamos listos para escribir bien, y pasar la página. (Ésta será la parte favorita de otros) Al final, lo que importa no es el tamaño ni la forma, ni el color del lápiz, sino la calidad del grafito que lleva dentro.
Y se te acaba el cuaderno, no? Y se te acaba el lápiz verdad?
Y te da lástima que se eche a perder un lápiz tan lindo, tan mascado. Y ya! habrá que botar el lápiz. Y todo lo que quedó de él...fueron todas aquellas letras, palabras, frases, oraciones, párrafos, páginas y hojas que escribió el lápiz en su escritora existencia. Son su único legado.
Yo creo que todos deberíamos tener un lápiz para verlo y recordar de vez en cuando...pero claro! todos sabrán que escribir con él. Hasta entonces que no se me juzgue por usar lápiz. ¿Sí?