Te perdí entre la multitud



Descubrí que te quería el momento en que te toqué para saludar. Fue como una epifanía, un conocimiento que sabía el corazón y que no le había revelado a la conciencia. Sería la música, sería el alcohol. Busqué una excusa y volví a tocarte dos, tres veces. Para repetir el truco y descartar la magia: pero estaba ahí y yo lo sabía. Si no hubiera sido por la noche, habría visto las chispas descendiendo en el aire sobre mi cabeza; como los plumones cuando deja de soplar el viento. 

Recién te alejabas cuando decidí contarte; con el pensamiento de que me arrepentiría después si no lo hacía. Pero entonces la música subió el volumen, la gente se paró a bailar y apagaron las luces. Te busqué entre la multitud pero te había perdido. Entre los interludios, los silencios de las conversaciones y los segundos entre el humo de un cigarro y otro, miraba a los cuatros puntos tratando de identificarte por tu sonrisa y tu camiseta.

Mis amigos comenzaban a irse cuando me rendí. La noche se hacía fría y la fiesta iba mutando en un despliegue desenfrenado de pasiones en los baños y borrachines de poca resistencia. Nos sentamos en un café a terminar la velada mientras el panadero comenzaba la suya. Pensé que sentándome junto a la calle me toparía contigo y cambiaría mi suerte. Siquiera, que te vería con alguien más y mataría mis ilusiones. En cambio, terminamos los panecillos y las bebidas calientes y emprendimos el camino. Llegué a la casa sola y en los minutos que le quedaban a las sombras, me quedé mirando el techo pensando en ti hasta quedarme dormida.