Gatito blanco

 Por mi casa nació un gatito blanco. Aquella vez nacieron otros cinco, pero yo recuerdo aquel blanco. Huidizo la primera vez que me vio, siendo tan pequeño se encondía entre la maleza. Ya tenía abiertos los ojos, que eran azules y rosada era su nariz. Trataba de abrazar el suelo con sus patitas temblorosas y mantenía erecta su colita porque todavía no sabía cómo moverla. 

Pensé "los gatitos no aguantan el frío, seguro no llegará al invierno". No lo hizo. Quizás no pudo seguirle el paso a la madre; quizás hubiera otros animales en la maleza; quizás la leche no alcanzara para todos si ella tampoco comía. 

Un día lo encontré dormido para siempre en la entrada de mi casa; con el contraste de su pelaje blanco entre las hojas secas. Sospeché que lo habían dejado para mí, pero que le hiciera alguna sepultura. La improvisé en el suelo húmedo y lo cubrí con hojarasca vieja. El gatito que en su única luna no había tenido un lecho, espera acurrucado entre las hojas la llegada del invierno.