Hoy me levanté tarde, no tanto por el cansancio, como por la cama caliente cuando llovía afuera. Ya se hacía tarde pero no importaba porque es sábado. Las mañanas de los sábados solían ser de faena: de estudiar, de trabajar en los proyectos extras para lo que no habías aprendido a negarte, para limpiar la casa, limpiar el cuerpo, pero nunca el alma.
Ahora los sábados, en su totalidad, son para lo que quieras. Me quedé un tiempo más en la cama y cuando me levanté, me quedé en piyamas. La temperatura ronda los 15 grados y todavía suena la lluvia afuera. Preparé un café, con leche y jengibre, y me senté a ver caer la lluvia por la ventana.
Otrora esta descripción habría correspondido a un sueño. Quizás por ello, la realidad se aprecia tanto.
*Escribe sobre una sensación placentera
