El Pasatiempo

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Estar encerrado es un martirio; hasta que te acostumbras. Los días se vuelven tan iguales, que llegado un punto, da lo mismo mirar por la ventana; si es que la tienes. Las nubes parecieran tener nombre y apellido, y se acercan el mismo día de la semana, a la misma hora, pasando a saludar antes de seguir su camino. Son las mismas nubes, aunque ellas no quieran decirlo.

También es una experiencia distinta estar encerrado sin tener un pasatiempo. O todavía peor es tenerlo y carecer de los medios para ejercerlo. El mío son las sopas de letras. Aquellas palabritas escondidas en diagonal, metidas en un cuadro lleno de letras que parecieran no tener sentido, pero que sí lo tienen. Creo fervientemente que tener las sopas de letras como un pasatiempo, dice mucho de un individuo. 

Quienes nos hundimos en las letras escondidas, buscamos cosas donde los demás no ven nada... o ven demasiado. Los enredos tienen sentido si los miras de otra manera: en vertical, en diagonal, invertido... Una sola letra puede tener varios significados. No como los amantes de los crucigramas, que buscan una palabra exacta -desconocida o no- que les arruina el mapa completo si no pueden encontrarla. 

Las sopas de letras permiten a la palabra ser y ser algo más, mientras continúa existiendo. No se si me doy a entender. No es como los sudokus aquellos en donde si la fila tiene un tres, un cuatro o un seis, ya no se puede repetir. Cada dígito tiene un potencial de posibilidades, extinto súbitamente una vez que deja su primera huella en el tablero. 

No señor, la letra escondida, a la vista de todo el que quiera verla, dirige la palabra, transforma una, y finaliza la otra.  Está en todos los lugares en los que le permite el ingenio y la imaginación. Y se oculta a la vista propia, esperando ser descifrada. Ya le explicaba señor, que un pasatiempo como éste, dice mucho de un individuo.