Reto de Escritura #11


Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, existía un niño llamado Simón, que debía cuidar a su hermana mientras sus padres no estaban. Sus progenitores se iban muy lejos para arar el campo y Simón debía limpiar y cocinar, lavar y traer agua del río. Un día mientras caminaba hacia el río, encontró una gran serpiente de escamas rojas como manzanas, que era perseguida por una pandilla de gatos. 

- ¡Las serpientes son de mala suerte! - se dijo Simón cuando la vió. "A lo mejor esté sucia el agua del río"; murmuró.

Sin embargo, el reptil al ver a Simón no pensó lo mismo. Pues se deslizó tan rápido como sus escamas le permitían, y se metió "¡Bum!" de un salto dentro del balde que usaba Simón para cargar el agua; emitiendo un sonido hueco al aterrizar sobre el fondo todavía vacío.

Nuestro niño cavilaba antes de continuar su camino; aun así, no arrojó el balde. Antes de que pudiera huir, la pandilla de gatos lo alcanzó.

 Adelante, iba un gato negro canoso y huraño, con una cicatriz en la oreja, que le gritó:

- Oye niño, en tu balde está escondida una serpiente roja. Lo sabemos porque lo hemos visto. Déjanos matarla y continúa tu camino, pues se trata de un genio muy peligroso, que nos ha ocasionado muchos daños.

- ¡Eso es mentira! -susurró la serpiente roja dentro del balde-, yo solo les he entregado lo que me han pedido.
- Si dices la verdad, entonces ¿por qué te persiguen?-, inquirió el niño.
- Porque no saben lo que quieren- respondió la serpiente.

El niño miró a los gatos -que eran tres- y les cuestionó:


- Tú, gato atigrado que estás a la izquierda, ¿qué pasó en tu casa y de qué acusas?

- Bueno, bueno, niño envalentonado -respondió el gato atigrado en un tono mañoso y con cierto desdén- mi ama tenía una gallina, pero no ponía huevos hasta que encontró esta serpiente venenosa.
- Entonces, ¿la serpiente no le ayudó a poner huevos?
- ¡Sí! la serpiente se quitó una escama roja y la colocó debajo del nido de la gallina estéril.
- Entonces, ¿cuál es el problema?
- Pues, que en la casa hay tantos huevos, que se pudren antes que podamos recogerlos. Y ahora mi ama y todo su hogar tienen una pestilencia a huevo podrido.
- ¡Gato empedernido! Ayuda a tu ama a recoger los huevos cada mañana y vayan al mercado a venderlos. Con suerte, dentro de poco podrás beber leche más seguido y dormir en un lecho más mullido. - Fueron éstas las palabras del niño.

La gata a la derecha, una hembra muy blanca que se relamía la cola, fue interrumpida en sus pensamientos cuando Simón le preguntó:

- Gata blanca, gata blanca, ¿de qué acusas a esta serpiente y cómo te puedo ayudar?

Prrrr, prrrrr, ronroneó la gata blanca. - Yo quería una cría y esta lagartija no me cumplió-.

- ¡Soy una serpiente!- se oyó desde dentro del balde que sostenía el niño.
- ¿Y dices que te engañó? - le preguntó Simón a la gata blanca.
- Sí, prrrr, así fue. Ya que eres tan curioso niño, te cuento mi suplicio. Yo era pareja de un gato pardo obsesionado con la yerba gatera. Yo estaba preñada de unos lindos gatitos y en una pelea donde le di fin a la yerba aquella, mi odioso pardo me hizo caer del tejado antes de irse y perdí mis gatitos.

Simón preguntó: 
- ¿Entonces qué le pediste a la serpiente?
- ¡Prrrr! - ronroneó la gata blanca - ¡ya lo dije! le pedí que me ayudará a conseguir unas crías.

- ¡Y cumplí! -gritó la serpiente-.
- ¡Mentira, mentira!

Gata blanca -intervino el niño de nuevo - ¿qué pasó con las crías que te dejó la serpiente?
- Bueno, prrr, bueno. Tomé una escama roja (cumpliendo con lo que me decía) y dormí sobre ella toda la tarde. Pero cuando fui a levantarme, no había un gatito, no; ¡había dos crías de ratones de campo!

- Gata, gata blanca -dijo el niño- este problema es tuyo, porque la escama te trajo lo que habías pedido. Lamento mucho la pérdida de tu preñez, pero si querías apapachar, enseñar y ayudar a crecer a una criatura, el aspecto de tu cría es lo último que debe preocuparte. Ve a casa y cuida de tus ratoncitos, ya que el verdadero amor de una madre va más allá del tamaño de sus hijos.

Apenas hubo terminado, el gato negro (canoso y huraño) dio otro paso en frente e interceptó al niño.

- A mi niño, no me puedes engañar. Porque la serpiente roja todavía no ha cumplido mi deseo. Pero tan malas experiencias han tenido mis congéneres, que quiero ser mi preciso para evitar sus engaños.
- Yo no engaño a nadie -objetó la serpiente - ustedes no saben lo que quieren.
- ¿Y qué es lo que quiere? -le preguntó el niño al gato.
- Pues para que no me engañen, seré muy específico, par de embusteros. Tengo hambre, soy flojo y nunca se me ha dado bien eso de ser gato guardián, como el gato atigrado. Deseo toda la comida que pueda imaginar, mucha, muchísima, que no se acabe nunca y ¡ojo! que no se me dañe nunca tampoco.

La serpiente le dijo al niño desde dentro del balde:
- ¿Ya lo ves? Este es el tipo de enigmas que me piden. No saben lo que quieren y jamás están conformes. 
- Pues yo sí serpiente, justo a esa dirección me dirigía antes de conocerte. -entonces se dirigió al gato negro para decirle -señor gato, no necesita una escama roja para cumplir su deseo. Yo mismo me dirigía al lugar que puede solucionar sus problemas. Solo confírmame que cumple todos sus requisitos. Si es así, usted y los demás gatos nos dejarán en paz a mí y a la serpiente roja.

- A la lagartija roja dirás -protestó la gata blanca.
- ¡Shhh, silencio! -la calló el gato negro-. A ver niño. Si lográs conseguirme lo que pido, hago la promesa, en nombre de mis bigotes, que te dejaremos en paz.
- Bien gato -dijo el niño- nomás tiene que caminar en esa dirección.
- ¿Qué es esto? ¿Quieres engañarme o burlarte de mí?
- Para nada, en esta dirección está lo que ha deseado.
- Bah, ¿qué hay allí?

Entonces, participó el gato atigrado y dijo:
- Por allá, gato negro, está el río.

- ¡¿Quieres engañarme, niño?! Fíjate a dónde quieres mandarme.
- Ni trampa ni engaño alguno -le dijo el niño- respóndeme si el río no cumple con lo que has deseado. El mismo está lleno de peces. ¿Puedes contar la cantidad de peces que hay en el río?
- Pues no -contestó el gato- hay más de los que puedo contar.
- Más de los que puedes imaginar también. Tampoco puedes comértelos todos, y mucho menos al mismo tiempo.
- Por supuesto que no -agregó la serpiente, que ya había logrado entender- y al estar todos en el río, no se dañarán nunca.
- Ciertamente, agregó el niño. En tanto te mantengas junto al río y atrapes uno cada vez que tengas hambre, lo que no te presenta problema alguno porque eres un gato, lograrás tener un almacén de comida que cumple con todas tus exigencias.

Antes de que pudieran hallar algo que contestar, Simón continuó su camino hacia el río, llevando consigo la serpiente roja dentro del balde para agua. Al llegar, le dijo a la serpiente:

- Bueno, serpiente, hemos llegado al río y aquí continuamos con nuestros caminos. Si puedes nadar y cruzas el río, de seguro que los gatos no te seguirán.
- Muchas gracias niño. Has demostrado ser un humano muy valiente y muy inteligente. Cruzaré el río. En agradecimiento, toma esta escama roja. Guárdala bajo tu almohada el día que desees algo que esté dentro de mis poderes, para ayudarte con tus labores. Eso sí, no vayas a desear que el balde se llene solo para no venir al río.
- Jajaja, por supuesto que no, seguro estoy de que provocaría un diluvio. ¡Adiós!

*Categoría: Fantasía

No se porqué esta categoría me ha costado tanto. Al parecer, inventar cosas locas, no es tan fácil.