Desafío de Escritura #8

Este lapicero, éste, con el cual trazo estas letras, llegó a mi mano en una conferencia de finanzas. En una mano lo recibía de una asistente en la entrada junto a una libreta promocional, y en la otra, sostenía la mano del amor. Me gustó porque era un lapicero retráctil (sin tapa que perder) y porque es ligero y fino, de un tamaño adecuado para llevarlo en la cartera y escribir en una servilleta. La relación y el evento terminaron (cada cual en su momento) pero el lapicero se quedó conmigo.

Lo usé para calcular tasas bancarias de una hipoteca imaginaria, así como para desahogarme en cartas de desamor que nunca envié. Con este lapicero, firmé la renuncia de mi trabajo y firmé las facturas que me llevarían al viejo continente. El mismo lapicero viajando en el avión conmigo. 

No hace falta mencionar su pasado, porque salió de una caja de material promocional para conocerme. De su futuro, tampoco puedo hablar, ya que por lo visto, está muy atado al mío. No sabe qué escribirá en los próximos días y no sabe cuándo se le acabará la tinta. Lo único que puede saber -si es que pudiera saber algo-, es que acompañará mi cartera o mi mochila en la próxima aventura. Y que soy yo, el alma que se escurre por su cuerpo de plástico y dibuja sus sueños con la tinta.

(Busca un objeto cercano a ti y cuenta su historia)