Desafío de Escritura #4

Lo primero que me llamó la atención de él, fue su pelo negro y sus rizos suaves. Lo suficientemente cortos como para no despeinarse, mas lo suficientemente largos como para imaginarte hundiendo la palma de tu mano y jugar con sus bucles y tus dedos. Al mismo rostro, le acompañaba la barba suave -negra también- y los ojos oscuros en contraste con su piel clara. Entró con chaqueta de cuero negra; en un porte entre el rock y elegancia. Con unos ojos de chico malo y con un desinterés en todo, sobre todo en mí. Como si fuera poco, llevaba una pequeña argolla plateada en su oreja. Solo una.

Se sentó detrás de mí y, recelosa, intenté mirarlo de vez en cuando sin parecer un personaje del exorcista. Un día cualquiera se cambió de asiento y algunas semanas después, dejé de buscarlo con la mirada. No obstante, me lo volvía a encontrar una y otra vez, ya sea en el supermercado o la oficina de correos. Entonces yo empecé a voltear la vista para no encontrarnos. Ya que, igual, tampoco se daba cuenta de mi presencia.

No sabía su nombre, no conocía su idioma, no sabía porqué nos encontrábamos en todas partes y no se porqué, las conversaciones donde están todas estas respuestas, solo suceden en mi cabeza.

Ayer fue un día extenuante con una clase tras otra. Había tanta gente en el salón, que podías dormirte sin que lo notase tu vecino. Y la charla era tan monótona, la tarde tan fría y la lluvia tan eterna, que dormir sí era una opción para tomar en cuenta. Salí un momento de tedio para buscar un baño donde descargar y recargarme. Me perdí de regreso y -apurada por no regresar a tiempo-, no me fijo en el pasillo hasta que lo tengo de frente. Escuché su voz por vez primera y un segundo después, sucumbía en el júbilo de ser consciente de mi propia existencia. Era él, que me había dicho "hola". En italiano, por supuesto.

(Escribe un texto entre 500 y 1000 palabras)