Quitarse el reloj de pulsera

Tengo un placer nuevo para mi lista. Mi lista no tiene nombre, pero enumera mentalmente actividades que me gustan sin motivo alguno. En la misma figuran el café con leche, como recompensa de sobrevivir una semana difícil; leer libros de Agatha Christie cuando está lloviendo o ver cuando la gente saca a pasear sus perros. A esta lista voy a agregar quitarme el reloj de pulsera.

Mi reloj de pulsera es un Casio Clásico que uso para medir el tiempo que duro comiendo, las reuniones de trabajo, cuánto le falta a lo que está en el horno por cocerse, cuán tarde voy llegando... hasta para sopesar si estoy durante mucho en el baño. 

Este Casio es lo primero que reviso en las mañanas, y el que se queda en el espaldar de mi cama cuando me acuesto. 

Algunas contadas horas en la semana, puedo dejar que el tiempo pase sin preocuparme por ello, y al llegar a casa suelto la pulsera y lo dejo caer sobre la cama. Me da la sensación de que el tiempo se detiene, al menos para mi. Entonces el mundo puede seguir su rumbo sin percatarse en mi ausencia.

Entonces ya no importa tanto el qué hacer, si prender la tele, leer una revista vieja o ver pasear un perro desde mi balcón. Este tiempo es mío, lo cual no sucede con todo el que tengo. Y esa sensación de tenencia sobre su propia libertad, es la sensación  que va en la lista que no tiene nombre.