El Monstruo de la Depresión (la saga de los monstruos)

Si la Depresión se personificara como uno de los monstruos que hace fiesta en mi cabeza, fuera una señora marchita con aires de grandeza. Una anciana horrorosa con trajes caros de otros tiempos, nariz aguileña y turbante en la cabeza. Cuando intento relajarme, concentrarme o pensar, habla bien alto, con su acento arreglado, y dice: "¡No sirves para nada! ¡Eres un fracaso!"

Luego me levanto para apartarla y me sigue por  la casa. Pone cara de asco cuando me miro en el espejo; de decepción, cuando no hago bien mi trabajo; y de satisfacción, cuando me lanzo a la cama.  Es la que me ordena que me aísle de mis amigos, que rehuya de mi familia y que termine con mi novio. La que me insulta todos los días y quien desea que me muera.

Y si la ignoro, ¡ay! si intento ignorarla. Con su bastón de madera y puño de metal, me golpea la cabeza. Rubicunda, me persigue, gritando "¡Inútil!, ¡Fracasada!, ¡Lo haces mal!, ¡No mereces nada!, ¡Todos estaríamos mejor sin ti!, ¡Qué estás haciendo aquí!". A veces escapo, manejando sin rumbo. Enfocada en las calles para no pensar en ella. Otras veces es ella quien me da chance, dejándome dormir lo que quiera.

Quizás no quiera matarme de veraz y por eso me libera, al acecho de Pesadillas. Pequeños demonios escandalosos, que taladran mi mente con sus juegos. Quizás solo disfruta con verme sufrir y me deja meditar sobre ello cuando estoy en cama. Me da descanso solo para calcular lo terrible que puede ser. Y que puedo descansar, al menos esta noche. Con la certeza de que me observa dormir -con su aire altanero y su nariz respingada-, desde el marco de la puerta de mi cuarto. Como una señal de que no puedo salir, sin encontrarme de frente con su bastón de madera.