Caballito de carrusel

La semana pasada fue igual que las demás, y sin haberlo vivido, sabe que será igual a la siguiente. Cada semana, cada día, cada hora era un ticket de un carrusel de feria, atestado de caballitos de colores que, aunque avanzaban constantemente -relucientes, con pieles rosas y melenas doradas-, nunca iban a ningún lado. Siempre estaban allí, a pesar de moverse, a pesar de detenerse. Porque los tubos que metal que atravesaban sus entrañan, los habían condenado a acompañarles por siempre.

Y con la certidumbre de ser un caballito de carrusel de feria, estaba seguro de que la próxima semana sería igual a la de hoy, que es la misma semana del mes pasado.

¿Cuándo empezaron los días a repetirse en círculos? Hace un tiempo que hoy parece un recuerdo falso, estaba lleno de vida. Despierto de ilusión cada mañana y con un fuego que mantenía caliente el alma. Sería la inocencia o la ignorancia. Las ganas de crecer lo sacaron del charco en que nadaba triunfante, y el primer soplo del océano abierto lo abrumó con su dimensión.

Lo asustaron las criaturas escondidas entre la arena, los sigilosos que esperaban en los arrecifes. Le llenaron de terror los cazadores excitados con el olor de la sangre.

Un día sobrevivió sin muchos pesares y así se ha quedado desde entonces. Una vida sin muchos sustos y sin mucha emoción; que le permite llegar hasta otro día. Exactamente igual al anterior; que le permitió sobrevivir.

Por eso desde entonces, se levanta con la aburrida tranquilidad de no vivir pero que hoy, al menos podrá mantenerse vivo.