Para escribir hay que hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. Me ha sido pesado escribir sobre lo que me gusta pues lo único que he estado leyendo ha sido sobre Derecho, política y asuntos jurídicos. 
Leer es como tomarse unas vacaciones: a veces llegan como un premio de supermercado donde te toca un fin de semana en un resort. O tienes que planearlas tu mismo; como dándote un permiso para escaparte del mundo. Si no las tomas tu nadie te las dará, y si te dejas llevar por las triviales que ameritan tu atención, te pierdes entre decisiones y decisiones de postergación. Cuando despiertas ya es navidad y tu prometiste darte un descanso para el verano. 

Para leer funciona así muchas veces. Al comienzo es disciplina, tal cual un gimnasio, enfocándote en lo mucho que lo quieres, o con una canción de ''stronger'' de fondo. Las primeras sesiones de lucha terminaras cansado -si es que las terminas-, y piensas en cuánto tiempo estás dispuesto a sacrificar por ésto. En unos días, tus ojos se acostumbrarán al ritmo de una máquina de escribir de los años 70 y tu espalda encuentra, insconscientemente, un posición que le acomode entre los cojines de un sofá cualquiera, o en el autobús, o en el salón de belleza, o en el consultorio.. Es una práctica y un ejercicio constante que se convierte en un estilo de vida. Creces un poquito con cada contraportada que cierras en las noches, y te sientes diferente a la hora de agarrrar un lápiz. En tu mente descubres la cantidad de ideas que flotan, enlazándose y enredándose como un montón de medusas. Sientes el peso de todas esas palabras que quieren salir, pero esta vez, no te frustras porque de algín modo milagroso, has hallado la puerta a tiempo y no han escapado a borbotones por las ventanas formando un meollo y una quimera para el entendimiento.
Es entonces cuando vuelves a leer, no experimentas esa flojera y esa pesadez que vivías antaño y ahora es tu cuerpo el cual, automáticamente escoje un libro del estante.