Carta de un abuelo

Durante 50 años me part el lomo por algo en lo que tuve fe. No todos pueden decir lo mismo. Nunca fui mas alla de mis ilusiones porque mi realidad eran muchas bocas que alimentar. No fui el mejor padre, lo reconozco; pero he sido un buen hombre. Mi vida no fue facil y nunca conoci el apoyo que hoy tienen mis nietos.
Perdi todos mis dientes dando las ordenes de un trabajo perfecto, mi piel se quemo en el sol de mediodia y mis cabellos tomaron el color de la nieve que no hay en mis montañas. Mis manos se arrugan al sol que pierdo mis energias y mi espalda, se encorva con el peso de los dias.
Mis mejores dias los gaste trabajando para darle un futuro a mis descendientes, un futuro que ellos pasan en autos de lujo y telefonos complicados.
En una esquina de la casa cuyas vigas cargue sobre mis hombros, he sido abandonado al olvido. Nadie quiere escuchar mis carraspeos y tienen asco de la comida que se derrama de mi boca. He perdido la vista y no reconozco a los que quiero y nadie puede hacer el intento de ayudarme porque mi creciente sordera no les deja.

Se han cansado de mi, sera ya que no me necesitan. A veces quisiera gritar y decirles que aun estoy aqui. Que dejen de pensar que soy tonto porque mi memoria no es la de antes o que estoy loco porque mi voz apagada ya no puede reproducir al ritmo de lo que pienso.
Pero yo aun pienso tantas cosas que ya no podre decir porque no me quieren escuchar, tal que creo que en mis dias de descanso, mi propia familia me ha condenado a la soledad. Y mas que cualquier artritis, reumatismo y achaque de cualquier edad, lo peor es que ni se den cuenta de que sentado en esta mecedora en esta esquina: yo tambien siento.
Hago uso de las ultimas fuerzas que me yacen y me he levantado. Ire a mi cuarto y me acostare en mi cama aunque no se den cuenta.
Siento que un amigo lejano me llama a dormir; y pretendo hacerlo. Al menos hasta que vuelvan los tiempos en que yo todavia creia en los sueños.