Las tardes mas memorables de mi infancia se remontan a un cuarto con olor a madera mientras toco un piano en una lluvia de octubre. Es el recuerdo mas dulce que tengo, mi memoria mas tranquila, mi momento de paz. Porque tocar el piano no era para demostrar a mi madre que la clase 2 días a la semana y que las tutorias de los sábados estaban haciendo sus frutos, ni para poder protagonizar un concierto; aunque llegué a desearlo. Mi primera canción fue dedicada al primer amigo que tuve y del cual tuve que separarme, una canción en la quinta escala y compuesta solo de notas agudas. La música no es innata en mi, es un proceso que intento ampliar cada día, un complemento en mi vida tan importante como escribir. Muchas veces estos intereses aun entran en conflicto. Hace algunos años decidí dejar la música para poder escribir, fue una decisión que me hace pensar que hubiera sido de mi si hubiese elegido la otra opción. Tal vez en estos momentos estuviese subiendo un vídeo en youtube en lugar de escribir este blog. ¡Quién sabe! Escribir me dio la libertad, la música me da la paz. Ambos necesarios para mi alma.
"Hoy volví a tocar el piano. Salí de mi mundo lleno de ruido y entré a la paz en medio de la tormenta; un silencio acariciado por los acordes armoniosos de las notas que llegaron a mi..."
"Hoy volví a tocar el piano. Salí de mi mundo lleno de ruido y entré a la paz en medio de la tormenta; un silencio acariciado por los acordes armoniosos de las notas que llegaron a mi..."