"Hay dos formas de combatir la pobreza". Con estas palabras introdujo el maestro la clase de economía del día. Terminada la misma envió a sus estudiantes por grupos a la calle a combatir, según ellos la pobreza. El primero de ellos se detuvo bajo un semáforo, donde un hombre muy pobre les comentó que tenía hambre y nada con qué comprar. Los estudiantes, generosos, le dieron una parte de su dinero y se marcharon gustosos. A la semana siguiente, al pasar bajo el mismo semáforo, se encontraron con el mismo hombre quien les dijo que el dinero se le había terminado y seguía con hambre.
El segundo grupo pasó también junto a un semáforo y encontraron un hombre en la misma situación. Luego de pensar un momento, le propusieron al hombre darle un pedazo de pan y algo de dinero con qué comprar, si aceptaba aprender a hornear pan. A la semana siguiente al pasar bajo el mismo semáforo, se encontraron con el hombre, quien les dijo que el dinero que le dieron se le había terminado. No obstante, con un brillo en los ojos, sostenía entre sus manos una vieja bandeja con panecillos color oro y olor a canela.
Pasados los años, los estudiantes terminaron su carrera, graduados de economía. Algún tiempo después, el profesor, al transitar una concurrida calle de la ciudad, se detuvo en un semáforo y sonrío al mirar, con una sonrisa de satisfacción, una panadería con la vitrina llena de dorados panecillos olorosos a canela. El maestro, aún sonriendo, estacionó su auto y entró en la panadería.-
(Todos los Derechos Reservados)
El segundo grupo pasó también junto a un semáforo y encontraron un hombre en la misma situación. Luego de pensar un momento, le propusieron al hombre darle un pedazo de pan y algo de dinero con qué comprar, si aceptaba aprender a hornear pan. A la semana siguiente al pasar bajo el mismo semáforo, se encontraron con el hombre, quien les dijo que el dinero que le dieron se le había terminado. No obstante, con un brillo en los ojos, sostenía entre sus manos una vieja bandeja con panecillos color oro y olor a canela.
Pasados los años, los estudiantes terminaron su carrera, graduados de economía. Algún tiempo después, el profesor, al transitar una concurrida calle de la ciudad, se detuvo en un semáforo y sonrío al mirar, con una sonrisa de satisfacción, una panadería con la vitrina llena de dorados panecillos olorosos a canela. El maestro, aún sonriendo, estacionó su auto y entró en la panadería.-
(Todos los Derechos Reservados)